domingo, 24 de febrero de 2019

2ª JUVENIL B. CD VALLE DE EGÜES 1 - BERRIOZAR FC 4 "BANZAI"




         
Cuando los pilotos japoneses se quedaban sin munición, poco antes de que la falta de combustible los hiciera inofensivos contra la todo poderosa armada yankee, estrellaban sus aviones, sus cuerpos, contra su último objetivo. Sabían que iban a morir, pero lo hacían con honor.

             Ni el partido contra el Berriozar era una sangrienta batalla, ni el entrenador del Valle de Egüés un valiente soldado, pero las circunstancias deportivas en las que nos hemos visto envueltos el último partido de la temporada regular bien pudiera semejarse a la heroica defensa del territorio nipón por sus últimos de kamikazes. 

             




Las exigencias del partido contra el Doneztebe, digno campeón del Grupo Segundo 2º de Segunda Juvenil, nos dejó diezmados, con dos sancionados, Ekaitz (al ver su quinta amarilla) y Niko (expulsado por doble amonestación) como precio pagado por tan prestigiosa victoria. A lo que hay que sumar las necesidades de nuestro Primera Juvenil, que inmerso en su propia  guerra, en la vieja Europa, echó mano a piezas claves en nuestro entramado defensivo y ofensivo. Mando a luchar en el desierto del Sahara, al mando del gran General Javier “Rommel”, a nuestro único portero, Azeari, de nuestro pichichi, Vallejos, y del pilar del equipo, Jon LEE O´Boyle. Pero allí donde otros ponen excusas, nosotros, vemos oportunidades.

             Demostrando que el valor de un insumiso represaliado en los años noventa corre por las venas de nuestro rouki, Joanes, ante la falta de portero que colocar en el paredón de fusilamiento, dio un paso al frente, se puso los guantes y la equitación negra, dispuesto a que recayeran sobre su persona toda aquella responsabilidad, sobre su cuerpo todos los disparos rivales, que fueron muchos.

             Reconquistando para el partido unas horas de estudio, que los responsables  padres de Ángel habían tomado al asalto de unos exámenes exigentes. La pelea por esa isla del pacifico debió ser dura porque las heridas infringidas en su pierna derecha apenas le permitieron resistir en la costa este.

             La solidaria ocupación de la trinchera de Ángel por otro de los soldados rasos, sin galones, Barberena. Quien no dudo en ayudar primero y asumir toda la responsabilidad de proteger aquella playa, continuamente bombardeada por el equipo rival. Mientras soldados más experimentados, como Egoitz, Beltza o Beñat protegían el resto del territorio de las incursiones aéreas. No perdiendo, cuando las fuerzas o el descanso rival lo permitían, realizar alguna incursión suicida.

             Reparando por parte de Abdoul los maltrechas comunicaciones con el Alto Mando, no dudo en asumir labores de abastecimiento tanto a la necesitada retaguardia, como a nuestra menguada fuerza de choche. Ayudado en todo momento por Bara, tanto en uno como en otro menester.

             Conscientes que el sacrificio de todos ellos no sería suficientes para impedir los desembarcos en Sarriguren, “la tierra del sol naciente”, nuestro pilotos, Álvaro, Jorge y Pérez, restañadas antiguas heridas, físicas, psíquicas y emocionales, respectivamente, intentaban una y otra vez contrarrestar el fuego enemigo, bien de forma combinada mientras tenían munición, bien de manera suicida cuando esta se les iba acabando. Llegando, el último de ellos, a perforar el Portaaviones desde donde dirigía la batalla, con destreza y contundencia, el General Muzquiz. Éxito puntual, que si bien no llegó a dar un giro en el devenir de la confrontación, sirvió para dar moral a la tropa en los momentos finales de la guerra.

             A medida que las tropas regulares iban cayendo en el campo de batalla, se fueron incorporando: primero, los reservistas, Andoni y Alex, poniendo voluntad y empeño en cada escaramuza; más tarde, los jóvenes procedentes de la Academia Militar de Tiebas, dirigida por Arrieta, con la ayuda de Toti, Yassir y Alex, que demostraron estar preparados para futuras contiendas.

             No menos importante fue la labor consistente en reparar para su reutilización material bélico por parte del personal civil, dirigido de forma autónoma a la cúpula militar por parte de Ekaitz.

             Ni la defensa solidaria de toda la población, civil y militar, ni los heroicos ataques suicidas, sirvieron para evitar la derrota, si bien serán recordadas con orgullo por las generaciones venideras. Sirviendo al Emperador Pipo y al General Rufo para pactar una rendición honorable, que sin duda sentara las bases para el resurgir copero de esta gran Nación-Plantilla.

             POST DATA: En contra de lo que contará la historia oficial, bien por iniciativa de los Generales Victoriosos, bien por la presencia de Observadores de Naciones Unidas, comandados por el Embajador de la ONU, Sr. Gancedo, exquisito en velar por el cumplimento del Derecho Internacional, lo cierto es que, pudiendo, las tropas “enemigas” ni humillaron a las víctimas ni hicieron uso abusivo de la fuerza de la que disponían. De lo que los perdedores siempre estaremos agradecidos.

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